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Conducir en invierno implica transitar, en muchas ocasiones, sobre vías en las que hay nieve o hielo. Para evitar la formación de estos elementos se echa sal en la carretera, algo que aumenta la seguridad de los automovilistas… pero también puede causar daños a los coches.

¿Por qué se aplica sal a la carretera? Cuando se mezcla con el agua, se crea una solución cuya temperatura de congelación ronda los 20 grados bajo cero, así que será más complicado que se formen placas de hielo, como explican en circulaseguro.com. Asimismo, la nieve que caiga sobre la calzada cuajará con mayor dificultad.

Las máquinas que la esparcen suelen hacerlo sobre el suelo, en seco, o ya disuelta en agua, rociándola en forma de salmuera. Incluso puede verterse junto a arena para mejorar el agarre sobre hielo. Pero… ¿qué le ocurre a nuestro coche cuando entra en contacto con esta sal?

Hay que tener en cuenta que hablamos de un ingrediente muy corrosivo, que acelera el proceso de oxidación de los metales. Daña señales, guardarraíles, farolas… y, por supuesto, nuestro vehículo. Por desgracia, no hay una forma de protegerlo de sus efectos, que llegan especialmente a los bajos y a los laterales: la sal no sólo sale despedida de nuestras ruedas; también recibimos la que salpican otros usuarios de la vía.

Los fabricantes, conscientes de estos problemas, intentan preservar los coches con pinturas antióxido y mediante la galvanización (es decir, utilizando un baño de cinc) de las piezas de acero de la carrocería. Pero no es una garantía absoluta contra los posibles daños; además, hay que prestar especial atención a las llantas (aunque sean de aluminio), los amortiguadores, los frenos, el radiador o el tubo de escape, que sufrirán más oxidación por culpa de la sal.

Por ello, es conveniente que no pase mucho tiempo desde que circulamos sobre una carretera con sal hasta que la limpiamos: cuanto más tiempo esté sobre la chapa, más posibilidades habrá de que ésta termine por oxidarse, ya que el proceso de corrosión se acelerará. También puede “matar” el brillo de la pintura y su color, debido al efecto cáustico.

Así, se debe lavar el coche con abundante agua (nunca a una temperatura superior a los 60 grados) lo antes posible. No se ha de limpiar el vehículo en seco, ya que los cristales de sal solidificados pueden rayar la pintura; lo ideal es aplicar jabón diluido, aclararlo bien y pasar una bayeta suave.

En esta operación de lavado no debemos olvidar los bajos, incluidos los pasos de rueda. Tanto la pintura como las llantas pueden protegerse con cera, que permitirá que el agua resbale con mayor facilidad; así, la cantidad de sal depositada será menor.